Más que estupendos, este 20 de julio nos hemos levantado culturetas. O existencialistas. En la estantería me encuentro con Milan Kundera y, fallecido hace unos días, pienso en el pobre hombre a quien el comunismo lo dejó sin patria hasta que Francia le otorgó la nacionalidad gala. Y me topo con dos de sus legendarias obras que reflexionan sobre la vida: La insoportable levedad del ser y La inmortalidad. Con el Open empezado, vinculo esos títulos con el golf. Imagino a los jugadores en mala racha, yendo a torneos cabizbajos, desesperados, amargados, sin poder soportar la losa que llevan a cuestas, de aeropuerto en aeropuerto, de ciudad en ciudad, de campo de campo, de agobio en agobio, de pensamiento (¿de verdad valgo para esto?) en pensamiento (¿quién me mandó a mí sacrificar la infancia y la adolescencia?). La levedad del ser golfista dibujada en esa cara de angustia de Justin Thomas desde hace meses, años creerá él. Pero también ellos viven momentos mágicos, que los convierten en inmortales. Y no me refiero a ganar un Open, un Masters o una Ryder, sino de una remontada espectacular el último día para ser tercero en un torneo júnior, de un golpazo desde el búnker que entra despacito en el hoyo, de una drivazo desde el tee ejecutado tal cual fue entrenado… Entonces sí merece todo la pena, aunque los sinsabores en este deporte, que creo que jamás practicó el intelectual checo (porque nació en Brno), sean infinitos. Supongo que Matthew Jordan, socio de Royal Liverpool desde crío, habrá paladeado el honor de abrir The Open con el primer golpe del torneo y cuajar una estupenda vuelta de -2.
Christo Lamprecht. El muchachote sudafricano amateur se planta ante los periodistas después de colocar un monumental -5 en la tabla de marcadores. Y le caen preguntas sobre qué talla de pie gasta, cuánto mide, si es más alto o menos que Wilco Nienaber… A veces los plumillas deportivos parecemos salidos de un bar de la esquina, aunque el universitario de Georgia Tech, ganador del British Amateur, entenderá seguro que no es apenas conocido y habrá que escribir alguna semblanza sobre él. Dijo que fue un sueño competir junto al golfista que más admira, Louis Oosthuizen, a quien le saca 25 centímetros (su bisabuelo le habría sacado más porque superaba los 2,10 metros).
Sin ánimo de ser arrogante, también afirmó que iba en cabeza con total merecimiento porque jugó muy bien y que el tembleque inicial se lo quitó de un plumazo su caddie, un técnico de su college: «Escucha, estás jugando The Open como amateur, no hay necesidad de estresarse». Le hizo caso y terminó al mando junto a Tommy Fleetwood de la sesión matinal. Por cierto, punto negativo al periodista que le preguntó si en su bolsa lleva al mismo caddie que en el British Amateur. Ésta la podía haber respondido yo: no, en Hillside estuvo otro chico sudafricano, Christiaan Maas, que cargó con los palos de Aldrich Potgieter el año anterior cuando ganó el mismo torneo…
Va de parejas. Brooks ‘Speedy González’ Koepka y Patrick ‘Tortuga’ Cantlay han ido juntitos en el partido y ni tan mal: -1 para ambos. La dupla con apellido alemán, Scheffler y Schauffele, calcan el uno menos el primer día. Cal y arena para los gemelos Hojgaard, Nicolai (PAR) y Rasmus (+7), mientras los hermanos Fitzpatrick ni fu ni fa, Matt ha hecho +1 y Alex +3. Thomas Pieters (-1) empieza mejor que Talor Gooch (+3), su mate en los Range Goats y hombre de moda de LIV Golf. Adrián Otaegui (-4, ¡¡¡TERCERO!!!) le está metiendo 12 golpes de distancia a su tocayo Adri Arnaus (+8 en el 12). Y el francés Antoine Rozner (-4) le saca siete a su compatriota Victor Pérez (+3). Pero lo que realmente nos importa es que Nacho Elvira ha hecho el primer birdie de su vida en un Major (hoyo 4), aunque también ha sumado pronto su primera pareja de bogeys (1 y 5). Ah, y en la pugna de veteranos de Eire, el norirlandés Darren Clarke (+2) derrota por uno al irlandés Paddy Harrington (+3) y servidor, aunque ni le va ni le viene, lo celebra. Mañana le dedicaremos un rato al gran John Daly.
