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Nos espera una jornada del movimiento en Torrey Pines realmente apasionante

El US Open refina y recompone el potro de tortura

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Matthew Wolff. (Jeff Haynes/USGA)

El US Open ha refinado este año el método de tortura. Después de dos jornadas hemos comprobado cada día como más de veinte jugadores han sido capaces de ganar al campo, el South course de Torrey Pines, una cifra más que generosa tratándose de un torneo tan dado a cribas infernales y alérgico a los ‘sesentas’. Además, apenas se están viendo tarjetas de ochenta o más golpes, todo un detalle para la autoestima de los jugadores a los que se les ha dado peor la semana.

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¿Y qué decir de la línea del corte? El +4 que ha servido para meterse en el fin de semana en San Diego no es desde luego un registro que escandalice a nadie. Ni siquiera llama la atención. Este mismo año, en el Augusta National, hizo falta un acumulado mínimo de +3 para pasar el corte, mientras que hace menos de un mes, en el PGA de Kiawah, la línea exigida se iba hasta +5. Digamos entonces que lo que se está viendo esta semana entra dentro de los estándares de Grande ‘corriente y moliente’. Duro y exigente, pero no trágico.

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No, el US Open de 2021 no será recordado como una masacre. Tampoco la USGA va encontrar en su ventanilla docenas de reclamaciones y en el vestuario de los jugadores nadie se rasga las vestiduras y las desgracias se llevan con entereza. Este US Open no te mata a machetazos, más bien es una gota china que se abre paso sin prisa ni pausa, no arrolla, aunque igualmente sus efectos puedan terminar siendo devastadores…

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La razón de todo esto seguramente haya que buscarla en el estado de los greenes. Están duros, pero no son de piedra. Están rápidos, pero no mucho más que los se juegan algunas semanas a lo largo y ancho del calendario regular del PGA Tour. Da la sensación, además, de que la USGA no modificará demasiado la preparación del campo en las dos últimas jornadas y que, por tanto, seguiremos viendo cada día a un buen puñado de jugadores salir victoriosos de la batalla. Da esa sensación,  aunque nadie debería apostar toda su hacienda por ello…

Y sin embargo, dicho todo lo cual, habrá que reconocer que este US Open es un señor US Open, fiel en realidad a su esencia. Puede que el drama se administre con algo más de sentido y es posible que los grandes números, los terribles triples bogeys, cuádruples y más allá, no abunden tantísimo, pero a uno no le cabe la menor duda acerca del torneo que se está jugando y de que se trata de un test durísimo en todos los sentidos. Oiga usted, al fin y al cabo apenas queda una docena de jugadores con un acumulado por debajo del par. Y ya veremos cómo y dónde termina el asunto.

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Es cierto que los dos colíderes, el sorprendente y radiante Richard Bland (-5), y ese ‘killer’ de los greenes llamado Russell Henley (-5), han jugado por debajo del par el jueves y el viernes, algo que también han conseguido otros como el torbellino Matthew Wolff (-4) o el rodillo Jon Rahm (-3), pero no podemos pasar por el alto que un poco más abajo en la tabla, en el escalón del acumulado de PAR, encontramos a jugadores de la talla de Koepka, DeChambeau, Thomas, Morikawa o Grace, que todavía esperan su turno en la cola del protagonismo, lo mismo que Rory McIlroy (+1) y Dustin Johnson (+2).

Es también un señor US Open sencillamente porque Phil Mickelson (+2) todavía va a tener una opción de ganarlo. Entonces sí que pasaría a la historia esta edición. Una opción remota, es cierto, pero bien ganada hoy con una ronda sólida de 69 golpes. Se encuentra a siete golpes de la cabeza, así que seguramente no tiene ya margen alguno de error. Este sábado, por tanto, es posible que Lefty llegue a Torrey Pines con la corneta colgada del cinturón, dispuesto a un todo o nada. 

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