– Ludvig Aberg firmó 70 golpes el año pasado en el Arnold Palmer Invitational. Era su primera vez en Bay Hill. Este año hizo 65 en su primera visita a Pebble Beach, 68 en Riviera, 67 en el TPC Sawgrass, 73 en Augusta, 66 en Hilton Head, 72 en Valhalla, 68 en Muirfield y este jueves ha hecho 66 en Pinehurst. Siempre la primera vez. Su debut en estos coliseos. La media de golpes de Aberg en sus estrenos en todos estos míticos escenarios es de 68,33. Simplemente de locos. ¿De verdad no hay manera humana de que a este chico le tiemblen alguna vez las piernas? No lo parece. Sobrenatural. Seis de las nueve vueltas han sido por debajo de 70 golpes. Para quedarse patidifuso.
– Por cierto, es la séptima vez en toda la historia del US Open que un jugador firma 66 golpes o mejor en su estreno en el torneo. Aberg se mete en el club con Matthew Wolff, Xander Schauffele, Andrew Landry, TC Chen, Jim Thorpe y Lee Mackey Jr.
– La genialidad de la USGA. Sólo así se puede calificar cómo han calcado la primera ronda de 2014 y 2024. Han pasado diez años, pero como si fuera ayer. En 2014 acabaron 15 jugadores bajo par el jueves y la media de golpes fue de 73,231. Este año han acabado bajo par 15 jugadores y la media de golpes ha sido de 72,262. Casi de Expediente X. Mulder y Scully, calentad que salís.
– Siguiendo con la media de golpes. La de este jueves en Pinehurst es la más alta desde 2018 en Shinnecock Hills. En Nueva York se fue la media por encima de 76 golpes… Gracias, USGA, por recuperar tu identidad.
– McIlroy y Cantlay, vaya par de líderes. Dos top 10 mundiales. En otros deportes, quizá, pero en golf no es algo tan normal. Pinehurst saca pecho. La última vez que dos top 10 mundiales compartieron liderato tras la primera ronda de un US Open fue en 2015. En aquella ocasión, los protagonistas se llamaban Dustin Johnson y Henrik Stenson.
– Sergio García firmó una de las mejores vueltas de su vida de tee a green. Lo dijo él mismo. Viniendo de quien viene, por trayectoria y exigencia, son palabras mayores. Básicamente se traduce en que hizo lo que quiso y cuando quiso con la bola.
– Tyrrell Hatton se lo está pasando en grande en Pinehurst. Le gusta el recorrido y le encanta la preparación, pero sobre todo disfruta como un enano viendo al resto de jugadores al borde de la locura. «Es magnífico que sientan por una vez lo que a mí me pasa casi cada semana», bromeó el inglés.
– El hoyo más difícil de la primera jornada del US Open fue el 6, par 3, igual que sucedió en 2014. Y Seamus Power logró la proeza de encadenar tres birdies consecutivos. Nadie más lo hizo. El año pasado, en la primera ronda en Los Ángeles, hasta tres jugadores distintos enlazaron rachas de tres birdies seguidos. Más Pinehurst y menos LACC.
– La clave del gran inicio de vuelta de Matthieu Pavon estuvo en los greenes. El algodón no engaña. Ha sacado cuatro golpes a la media del torneo. Lo más llamativo es que en Valhalla quedó el último en esta parcela, cediendo casi ocho golpes. A esto se le llama aprender la lección. Y rápido.
– Brooks Koepka declinó atender a los medios de comunicación al finalizar su vuelta. Hizo un resultado de par, después de acabar con tres bogeys por los segundos nueve hoyos. Sí contentó vía teléfono a Eamon Lynch, periodista de Golfweek. Señaló que no quiso atender a los medios porque realizan siempre las mismas preguntas aburridas y no son nada creativos. Para Brooks una pregunta creativa habría sido cómo la nueva hierba de bermuda en los greenes dificulta el campo. Bingo, Brooks. Sólo se ha hecho unas 40 veces esta semana. En fin, de no haber acabado con los tres bogeys, probablemente las potenciales preguntas no le habrían parecido tan aburridas.