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Jon Rahm y Sergio García ganan los tres puntos que han jugado juntos

Ese gesto de Sergio García hacia Jon Rahm en el green del 16

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Sergio García y Jon Rahm, este sábado en Whistling Straits. (© Golffile | Fran Caffrey)

«¿Por qué eres tan bueno, McGrady?», vociferaba a altas horas de la madrugada el gran Andrés Montes cada vez que Tracy, el fino escolta NBA de los Magic, Raptors o Rockets entre otros, metía alguna de sus canastas impecablemente ejecutadas. No sólo anotaba mucho, también lo hacía con clase, lo hacía bonito. Esta pasada madrugada miles de hogares españoles y europeos, seguro que muchos, acordándose de Montes, repetían la misma serenata cambiando el final: ¿por qué eres tan bueno Jon Rahm?

Eso mismo, ¿por qué eres tan bueno?, parecía decirle Sergio García con los brazos en cruz en el green del hoyo 16. Rahm acababa de embocar un putt de nueve metros para dar la estocada final al duelo de fourballs de la tarde (victoria 2 y 1) contra Brooks Koepka y Jordan Spieth, dos Números Uno del mundo, siete Grandes entre ambos. Sergio rendía así pleitesía al mejor jugador de esta Ryder Cup, aunque seguramente la historia no lo vaya a recordar si termina perdiendo Europa. Sólo Collin Morikawa y Dustin Johnson le pueden discutir este título honorífico de mejor jugador de la semana.

Rahm ha soportado sobre sus hombros el peso del duelo contra Koepka y Spieth. Sergio ha perdido esta tarde el duende de la mañana, no se ha encontrado bien y no ha conseguido ayudar tanto como en los dos primeros días. El de Borriol no ha hecho un solo birdie, por lo que Jon se ha tenido que remangar y acudir al rescate. Ha conseguido cinco birdies y los ha hecho en momentos claves. Logró dos en los primeros cuatro hoyos para lanzar el partido y poner a los españoles por delante, sumó uno más en el 7 para afianzar la ventaja y volvió a dar un paso adelante en el tramo final, cuando la caballería americana venía remontando.

Koepka y Spieth se las prometían muy felices cuando lograron empatar en el hoyo 13 un duelo que habían llegado a tener tres abajo. Había cambiado la dinámica, Sergio seguía sin aparecer y daba la sensación de que Jon estaba enseñando la bandera blanca después de cuatro durísimos partidos en menos de 48 horas. Pero Jon no sabe qué es eso de la bandera blanca, al revés, cuanto más se empina la cuesta, más afila su mirada. Fue aquí, en el tramo final, donde puso sobre Whistling Straits su dimensión absoluta de Número Uno del mundo. Respondió con un golpe antológico al órdago de Jordan Spieth en el hoyo 15. Era ahora o nunca y Jon dijo ahora. El texano la había dejado a menos de dos metros para birdie y el partido estaba empate. Jon la dejó a un metro. Spieth falló. Él la metió.

Acto seguido se produjo el gran momento con el que empieza esta crónica. Jon embocó un putt de nueve metros para birdie en el hoyo 16 con la marca de Spieth a otros dos metros para birdie. Máxima presión. Ahora o nunca. Y Jon dijo ahora… Ahora y siempre. Metió el putt y Spieth falló. Dos arriba y dos a jugar. Zas. Zas. Y Sergio con los brazos en cruz y una sonrisa que derrochaba felicidad, admiración e incredulidad… Tres puntos han jugado juntos y tres puntos han ganado. ¿Por qué eres tan bueno, Jon Rahm?

Habrá alguno que piense que eso es lo que se espera de un Número Uno, puede ser, para algo es el mejor jugador del mundo, pero la historia de la Ryder Cup no dice eso, más bien al contrario. Lo que dice es que los Números Uno han sufrido en esta competición con la presión y la responsabilidad del ‘cargo’. Tanto es así que Jon se ha convertido ya hoy, a expensas de lo que ocurra en el individual, en el Número Uno del mundo que más puntos ha sumado en una Ryder en toda la historia, desde que existe el ranking, claro. Ni Tiger Woods, ni Rory McIlroy, ni Dustin Johnson, ni nadie, ninguno alcanzó nunca los 3,5 puntos a pesar de que eran los mejores del planeta esa semana.

Jon ha tenido que lidiar además con la dificultad añadida de que su equipo no lo estaba haciendo bien, es decir, la responsabilidad es mayor, es inevitable pensar que uno no puede fallar cuando sus compañeros no terminan de estar finos. Pero Jon ha llevado esta pesadísima losa con orgullo, humildad y determinación. Es lo que se espera de mí y sé que puedo hacerlo… y lo hago. Como si fuera fácil.

Pase lo que pase este domingo, hay que ponerle un monumento a la Ryder Cup que ha hecho Jon Rahm y en el pedestal tallar la siguiente frase: ¿por qué eres tan bueno Jon Rahm?

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