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La mirada perdida de Bernie

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Cuadro surrealista de 2013 en veinte trazos desiguales y desordenados (VIII)

Adam Scott mete el putt, extiende los brazos, curva la espalda y grita al cielo de júbilo.

Los paraguas que escoltan al green del hoyo 10 de Augusta saltan como si tuvieran vida propia. Emoción, ruido, bullicio. El centro de prensa del Masters, una especie de aula magna de Harvard, es un hervidero. Hay una historia, una gran historia, y toca contarla. Los teclados echan humo. Menos uno.

Bernie McGuire está en silencio, inmóvil, con la mirada perdida y húmeda, procesando lo que acaba de ocurrir, ordenando los miles de recuerdos de sus más de veinte años de periodismo a pie de green. Se agolpan todos ahora, justo ahora. Especialmente, aquellos inolvidables 18 hoyos junto a Greg Norman un domingo del 93 en Royal St. George’s, camino de una Jarra de Clarete.

La pregunta que cada abril martilleaba su cabeza al fin tiene respuesta. Sí, un SÍ con mayúsculas. ¿Ganará algún día la Chaqueta Verde un paisano?

Aunque parece que el tiempo se ha detenido, apenas han pasado 30 segundos desde que Scott metió el putt. Bernie se frota la cara con las dos manos, esboza una tímida sonrisa y pone a trabajar a contrarreloj a sus sabios dedos de australiano de raza residente en St. Andrews.

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