No sé qué opinarán ustedes, pero el hecho de que el Masters de Augusta se celebre en abril me da mucha paz. En estos tiempos en los que andamos entre desnortados y aturullados después de un año y pico de vaivenes y trajín en absoluto bienvenido, necesitamos anclas que nos fijen a la realidad, pequeñas ilusiones a las que agarrarnos para que el día a día sea más llevadero. Habrá quien diga que rozo la frivolidad o que me emociono con poco, pero sospecho que si son lectores o suscriptores de Ten Golf estarán en mi equipo. En uno de sus poemas más célebres, descubriendo un cuadro de Brueghel, W. H. Auden afirmaba que, de manera inevitable, el sufrimiento de uno ocurre mientras otros están comiendo o abriendo una ventana. Nadie debería ofenderse porque abramos esa ventana al verdor del Augusta National estos días.
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Además, el Masters es uno de esos pocos torneos que se enfrentan con éxito a la cultura del zapping, a esta nueva realidad multipantalla de atención dispersa a la que nos hemos acostumbrado. Cierto es que la propia naturaleza de la realización televisiva nos impide ver la vuelta completa del jugador de nuestros amores y que dicha visión fragmentada nos impide hacer un seguimiento exhaustivo de sus evoluciones, pero para completar la información que nos llega a través de la pequeña pantalla (“ja, pequeña”, dirá el lector que tiene un transatlántico de más de 60 pulgadas en su salón) contamos con la visión que ofrecen en sus crónicas periodistas como David Durán, Alejandro Rodríguez, ojos que completan la visión parcial ofrecida por la retransmisión. Por supuesto, echaremos en falta el tino de Corti y su capacidad de análisis, que nos sigue ofreciendo datos jugosos aunque ya no nos acompañe. Igual algún día nos cuenta cómo vio su primer Masters desde otro lugar.
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En las declaraciones previas al Masters encontramos la habitual dosis de prudencia e ilusión, más o menos matizadas por las experiencias previas en el Augusta National de quienes hablan. Al margen de la capacidad como comunicadores de los verdaderos protagonistas del Masters, los jugadores, cuesta encerrar las sensaciones en una jaula de letras. ¿Cómo se describe algo tan esquivo e intangible? A veces se recurre a comodines para abreviar las ruedas de prensa, a fórmulas que parecen más títulos de novelas o series de televisión… como por ejemplo “el proceso”, cuando se habla de esa mezcla de rutina física, técnica y psicológica que pretende llevarte hacia una meta; o “la zona”, cuando quiere describirse ese estado de nirvana deportivo en el que todo fluye sin necesidad de pensar. En cualquier caso, y pese al roto que Dustin Johnson le hizo el pasado mes de noviembre al histórico campo fundado por Bobby Jones y Clifford Roberts, es normal que el grueso de los participantes de esta edición 2021 del Masters echen el freno de mano y contengan, al menos en público, sus expectativas. No obstante, lo que nos llega de Sergio García y Jon Rahm nos lleva a ser razonablemente optimistas.
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Con respecto a José María Olazábal, sigue maravillando la ilusión con la que afronta cada cita en Augusta National, un recorrido que tantos recuerdos le trae y al que, como él dice, le debe tanto. Como han podido leer esta semana en Ten Golf, incluso ha decidido abrir el melón tecnológico para buscar maneras nuevas de enfrentarse a la sede del Masters y arrancarle unas cuantas vueltas buenas más. Decía Ed Catmull, uno de los factótums de Pixar, la gran productora de animación, que el arte es el uso inesperado del oficio, y una foto de José María Olazábal podría aparecer perfectamente ilustrando dicha frase. El donostiarra ama su oficio, se esfuerza como nadie, y de sus manos, como anteriormente de las manos de Seve Ballesteros, han salido obras de arte en las calles y greens de la verde Augusta.
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Precisamente este campo es escenario habitual para reencuentros emocionantes: el de los ganadores del torneo, reunidos en la cena de campeones y en las ceremonias previas, el de los jugadores que ejecutan el saque de honor (Jack Nicklaus, Gary Player y Lee Elder, justo sustituto de Arnold Palmer)… e incluso el de algunos golfistas que se reencuentran con ellos mismos, como nos hacen ver un año tras otro veteranos que “rejuvenecen” en un campo que, a priori, debería resultarles cada vez más complicado porque la dificultad añadida por la distancia adicional erosiona la familiaridad. Ya lo dijo Jack Nicklaus después de lograr su última victoria en Augusta: «Por fin he encontrado en el campo de golf al tipo ese que tanto me sonaba. Era yo». Aunque algunos llegan con los deberes hechos y podrían haber pronunciado esta frase hace escasas semanas (léase, Jordan Spieth), otro aliciente del torneo será comprobar quién encaja en este perfil y se reencuentra con su juego en Augusta. El domingo lo sabremos.