Jon Rahm (-17) ha firmado un 67 en la tercera jornada del Sentry Tournament of Champions, seis menos en el día, y lo ha hecho sin terminar de sentirse cómodo, o espléndidamente a gusto, con su juego de tee a green. En realidad, no se ha sentido ‘súper’, suelto y fino, en ninguna de las tres jornadas, ni siquiera en aquella primera, cuando alcanzaba el coliderato tras entregar un 64, puesto que aquel día basaba su espléndido resultado en una soberbia exhibición en los greenes, enchufando desde todos los lados y maneras.
Hoy tampoco ha conseguido dejarlas muy cerca de la bandera, salvo en la mayoría de los pares 5, prácticamente, y en algún par 4 corto o ‘cuesta abajo’, muy del perfil del Plantation Course. A partir de aquí, ciertamente podía haber abrochado algún bonus más, como hiciera el jueves, en algunos hoyos (por ejemplo, en el 3, 6, 7, 9 y 17), pero siempre pateando desde distancias que iban de los cinco a los nueve metros, en las que el porcentaje medio de acierto es bastante bajo.
Hay que saber valorar en su justa medida este ‘quiero y no puedo’ del de Barrika, si es que se le puede llamar así. Sería, en todo caso, un ‘quiero y no puedo’ de muchos kilates. Un ‘quiero y no puedo’ de gran campeón, que es al fin y al cabo lo que es Jon Rahm. De entrada, porque sin sentir sus hierros al ciento por ciento el jugador español va a luchar con todas las de la ley por su tercer segundo puesto en seis ediciones de este torneo. Y vamos a ver si le llega incluso para algo más, dependiendo de cómo le vayan las cosas el domingo al líder, Collin Morikawa (-24), que es de verdad el único jugador que parece fuera de su radar en estos momentos. De hecho, Jon saldrá a un solo golpe de los segundos clasificados, Fitzpatrick, Scheffler y Spaun, los tres con -18.
Cuesta, en todo caso, imaginar que Jon pueda marcharse de Maui sin dejarla de nuevo muy cerca en alguno de los pares 3, tal y como hiciera en el hoyo 8 el jueves. O sin derribar la barrera de los segundos tiros en los pares 5 y así patear para eagle con opciones algo más razonables. Cuesta aceptar que no vaya a coger más calles de lo que viene haciendo día a día, aunque sea en un campo donde la diferencia entre estar en calle o no estarlo sea algo más azarosa de lo habitual.
Se trata de producir la tormenta perfecta en el momento más oportuno, la ronda decisiva. Una señora tarea, en cualquier caso, aunque algo nos dice que Rahm tiene todavía algo que decir.
