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Ras de hierba de la primera jornada del TOUR Championship

Luke Donald (y todos a este lado del Atlántico), con el alma en un puño

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Rory McIlroy. © Golffile | Mateo Villalba
Rory McIlroy. © Golffile | Mateo Villalba

“Cuando juego mucho al golf, especialmente al final de la temporada, siempre tengo que cuidar mi lado derecho. Siempre se pone algo tenso, apretado, mis costillas, la caja torácica, los intercostales, dorsales, toda esa parte de la espalda, hacia abajo, hasta la cadera derecha”.

Son palabras de Rory McIlroy, explicando cuáles son las dolencias que lo lastraron ayer, en la primera ronda del TOUR Championship, aunque fuera capaz de sacar adelante una buena vuelta de 70 golpes, al par del campo. Añadía el norirlandés que el martes y el miércoles, en sendas sesiones en el gimnasio, sintió diferentes espasmos musculares en esa zona. Después del latigazo del martes fue tratado a fondo por su fisio y las molestias parecieron remitir, pero reaparecían al día siguiente, hasta el punto que apenas era capaz de realizar un swing de golf. El jueves, ayer, se fue al campo seis horas antes de su salida y, además de continuar con el tratamiento preciso, se fue probando (a las diez de la mañana, por ejemplo, pegaba veinte wedges en la calle de prácticas sin molestia alguna), sin llegar a ver peligrar su participación en el torneo, al menos de inicio.

No hace falta decir que queda poco más de un mes para el inicio de la Ryder, así que Luke Donald, y no sólo él, andará con el alma en un puño. O al menos con la mosca detrás de la oreja. Parece tiempo suficiente, la verdad, para el total restablecimiento de Rory… Siempre y cuando el fantasma de una lesión severa en los músculos intercostales no se pase de la raya. Las lesiones en estas fibras, situadas entre las costillas, como su propio nombre indica, son uno de los grandes enemigos del golfista. A más de uno y de dos han llevado por la calle de la amargura. No son graves en sí mismas, pero su completa sanación no es cuestión de dos o tres días, precisamente, y además es una dolencia que deja huella en la cabeza. Cuesta volver a soltarse al ciento por ciento. Una sobrecarga en los intercostales, bueno; una contractura, vaya; una rotura fibrilar, mal asunto. Por tanto, habrá que estar muy atentos a ver qué ocurre hoy, cómo sale a jugar, cruzando los dedos, con Donald a la cabeza, para que no arriesgue más de la cuenta.

A pesar de los pesares, y aunque realmente se pudo comprobar que Rory iba ayer con cuidado desde el tee, ni semejante merma física impidió que McIlroy terminara ayer como uno de los mejores en la estadística de Drive distance (10º). Va sobrado, el muchacho.

Los primeros seis hoyos de ayer de Scottie Scheffler fueron casi para enmarcar. Había hecho tres birdies, enchufando incluso un buen purito de nueve metros, hacía lo que quería con la bola y, en general, la estaba poniendo otra vez muy cerca del hoyo, hasta el punto de haberse dejado opciones muy razonables de birdie por el camino… El torneo acababa de comenzar pero era sencillo caer en la tentación de proclamarlo ya ganador por derribo. Incluso hasta la salida en el hoyo 11 seguía viéndose a un jugador muy por encima de la media… ¿Cuándo aprenderemos a no subestimar la capacidad puñetera de este deporte?

Su 71 de ayer en East Lake, una más en el día, es la undécima vuelta sobre el par de Scheffler en toda la temporada 2022-23, desde aquella CJ Cup de octubre de 2022, que fue su primer torneo. Sólo once rondas de 89 disputadas, porque resulta que el tipo no ha fallado ni un solo corte desde hace más de un año. De todos modos: ¿cuándo aprenderemos a no subestimar la capacidad puñetera de este deporte?

Ayer, en el arranque del torneo, teníamos a cuatro jugadores en un margen de cuatro golpes en la parte alta de la tabla. Del -10 con el que partía Scheffler al -6 de Rahm. Hoy, en ese mismo margen tenemos a casi la mitad de los treinta participantes en la final (13). Y a veinte jugadores en un margen de seis golpes a falta de 54 hoyos. No es una situación que vaya a darse muchas veces en la historia de la final del PGA Tour. Hoy quizá se aclare un poco más el panorama. O puede que siga retorciéndose…

– Lucas Glover firmaba ayer un 72, segundo peor resultado del día. Seguramente sea una señal de agotamiento. Físico y mental. “Hasta que dure”, proclamaba él hace un par de semanas, cuando no dejaba de liderar clasificaciones y estadísticas. ¿Se ha agotado el manantial? Su sueño de entrar en el equipo estadounidense de la Ryder se tambalea, pero al menos esperemos a ver qué hace hoy, si es capaz de reengancharse.

Y hablando de Ryder. Quien no desiste en el empeño es Keegan Bradley, sin duda alguna el ‘patito feo’ entre los candidatos a las seis elecciones del capitán. Como si lo estuviéramos viendo: vuelta de 63 del de Vermont el jueves en East Lake y ese Zach Johnson volviendo a escribir su nombre, que ya tenía casi tachado en la libreta…

En el bando europeo, por cierto, la actuación de Sepp Straka (vuelta de 66 golpes) habrá dejado satisfecho a Donald y compañía.

En otra jornada más bien incierta desde el tee de Jon Rahm, quedémonos con sus tres últimos drives del jueves, hoyos 16, 17 y 18, donde se le vio algo más suelto en el tee. De acuerdo, el del 18 no fue maravilloso (de hecho, no le gustó mucho a Jon), porque abrió algo más de la cuenta, pero al menos fue profundo. Y el del 16 terminaba en el primer corte, pero al menos salió por donde el español quería. Jon, por cierto, sale hoy a jugar a las 19,16 (horario peninsular español), tres cuartos de hora antes que el partido estelar en el que marcharán Morikawa y Bradley.

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