A Jon Rahm (+1) le costó encajar lo que ocurrió en el hoyo 6. No había tenido el inicio soñado. No fue capaz de hacer birdie al 1 y al 2 y eso para un jugador que sólo piensa en ganar el torneo equivale a estar cediendo terreno. En el 3 cometió bogey y en el 6 pegó un drivazo espléndido a unos 300 metros, en el sitio perfecto de la calle, a la izquierda, con margen sobrado para tirar a green, pero… la bola estaba estampada con un pegote de barrio de dimensiones más que considerables.
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A pesar del contratiempo, Jon tiró a green, buscó una bola alta y al fade, un golpe marca de la casa, pero le salió baja y directa a la izquierda. El barro. El madito barro. La bola se le quedó mal, en el rough, y salió con un bogey cuando apenas quince minutos antes, saliendo del tee, prácticamente se había apuntado el birdie.
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No es fácil digerir una situación así y a Jon le costó. El juego tampoco estaba siendo inmaculado. Entre el viento y la altitud tenía problemas para clavar los golpes y así llegó otro bogey más en el hoyo 8. Se encendían las alarmas. Malas sensaciones y alguna situación injusta. El torneo empezaba a tambalearse…
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Pero ahí siempre aparece la versión campeona de Rahm. El de Barrika siempre vuelve. Se las arregla para estar en el torneo, para robar golpes al campo por aquí y por allá. Enlazó varios hoyos con par, dejándose alguna opción de birdie que, sin ser cercana, suele meter alguna por vuelta.
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La reacción final fue espléndida. Hizo birdie al 15, el hoyo más asequible del campo, y experimentó por primera vez la agradable sensación de hacer birdie en el hoyo 17. Nunca antes lo había hecho en este par 3, el más emblemático de Chapultepec. Aún le supo mejor tras escuchar a algún que otro aficionado sobrepasado por el tequila gritarle «agua, agua, agua…» ante de pegar desde el tee.
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Finalmente, Jon ha salvado los muebles. Ha salido a tiempo del barro y con muchas agallas. Está metido en el torneo y lo más importante es que él lo sabe. «Adam Scott empezó en Riviera a ocho golpes del liderato y acabó ganando por dos… Yo estoy sólo a siete…», asegura con una sonrisa picarona.
