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Estrella Damm Andalucía Masters | La contracrónica

Esperando la llamada de Greg Norman 

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Erik Van Rooyen
Erik Van Rooyen. (© Golffile | Fran Caffrey)

Esta mañana se nos pegaron las sábanas. Literal. Humedad para regalar y también lluvia. Imagino que Otaegui estará acostumbrado a estos nublaos por su condición de guipuzcoano, aunque ahora vive en Dubai, donde se ven pocos paraguas salvo para el sol. La gracia de publicar ayer el número de la lotería que compré en el hostal me costó que un aluvión de amigos me pidieran décimos. “Lo siento, hay que pagar en metálico y tengo enclenque la cartera”. Soy periodista, así que todos entienden las apreturas.

Llego al campo más tarde de lo habitual y repito las costumbres de siempre: me salto mi aparcamiento y tengo que dar la vuelta, saludo a los trabajadores de Valderrama y a los agentes de la Guardia Civil (aquí tienen que estar en la gloria esta semana en comparación con ir detrás de los malos del Estrecho), se me atranca la puerta de la sala de prensa… Un Bill Murray nazareno, vaya. Y aquí estoy mirando el orden de salida para encalomarme a algún partido. Este año les he puesto los cuernos a Fernández-Castaño, Larrazábal y Campillo. Juegan seguidos uno detrás de otro. A por ellos.

No sonrió la fortuna con ninguno de ellos. Tampoco con Pedro Oriol, que en el 16 le pegó una patada a la bola después de tripatear. Al menos vimos en directo a Campillo casi enchufarla desde 40 metros para eagle en el 11. Tocó bandera y la dejó dada ante la euforia de sus incondicionales. “Bravo, Besseling”, jaleó uno de ellos a uno de los compañeros del cacereño. Soplaba aire después de tres días calmos, aunque un jugador ventoso como Larrazábal esta vez no le sacó rédito. En el nueve se cogió un globo importante al fallar a un metro para par y en el 14 sacó la bola a la tercera del bunker de la izquierda de green. Cerró el torneo con +7 en los últimos cuatro hoyos. Desquiciado y penúltimo.

Mareé la perdiz por la esquina donde confluyen los greenes del 11 y el 14 y las salidas del 12 y el 15, y certifiqué un año más mi tradición de no bajar hasta esta última bandera. Alicaído por los malos resultados hispanos, volví con la cabeza gacha a mis cuarteles generales, a mi zona de confort, a la sala de prensa. Al menos me crucé con un alegre Sebas García Rodríguez, que por el 11 iba sonriente, con menos tres, dando buena cuenta de un bocata. Nacho Elvira embocó el putt de birdie en el 10 para +1 en la vuelta. Bueno, minutos antes comprobé de primera mano que jamás me pondré unos pantalones como los de Erik van Rooyen y que debería haberle pedido el vapeador a Lombard para cerciorarme del sabor que este domingo le dio suerte (-5).

Tras el frugal almuerzo, bajonazo. Ni la doble ración de cafeína enderezó la sobremesa. Y, entonces, querido lector, pensé: “¿Será que mi sitio de verdad está en el LIV si después de tres días estoy hecho ya un trapo?”. Espero que pronto me llame Greg Norman. Por un día menos, cuatro perras más y lucir bermudas, me mudo de Circuito…