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El TPC Harding Park obliga a todos los golfistas a unos ajustes bruscos en muy poco tiempo

PGA Championship: Cómo jugar al golf sin DRS

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Justin Thomas pega su approach en el hoyo 16 bajo la mirada atenta de su padre. (© Golffile | Ken Murray)

El DRS o alerón trasero móvil, que sería su traducción del inglés a español (Drag Reduction System), entró en vigor en la Fórmula Uno en el año 2011. El propósito de este dispositivo revolucionario es reducir la carga aerodinámica del coche para así facilitar los adelantamientos en carrera. Es una especie de compuerta que se abre y se cierra y permite a los bólidos volar a todo lo que da el motor, o casi.

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Los aficionados a la Fórmula Uno ya se han habituado a convivir con el DRS y lo cierto es que dota a las carreras de una emoción y un espectáculo añadidos. ¿Se imaginan ahora una prueba en la que no estuviera permitido el uso del DRS? Pues más o menos eso es lo que va a ocurrir esta semana en el TPC Harding Park, sede del PGA Championship.

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La diferencia con la Fórmula Uno es que el DRS de los golfistas lo pone y lo quita la madre naturaleza, o lo que es lo mismo, las condiciones climatológicas de la bahía de San Francisco. Los jugadores se han encontrado con un escenario completamente diferente a lo que tenían la semana anterior en Memphis. En el TPC Harding la temperaturas a duras penas llegarán a los 25 grados, mientras que en el WGC FedEx St Jude Invitational se podían alcanzar perfectamente lo 35. No obstante, lo más trascendente tiene que ver con el aire. El de San Francisco, costero, es pesado y plomizo, mientras que en Tennessee es ligero y transparente. Además, la coqueta ciudad de California se encuentra al nivel del mar. Conclusión: la bola vuela menos. Se hacen menos metros pegando con todo. No hay DRS.

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A la vista de estas circunstancias, una de las claves esta semana en el PGA será adaptarse rápido, de forma inteligente y con cabeza a las nuevas distancias que hacen los palos. No es un ajuste tan sencillo. Es la telemetría del swing y hay algunos, jugadores, caddies y entrenadores, más duchos que otros. Jordan Spieth, por ejemplo, admite que tarda entre dos y tres días en adaptarse. Es la razón por la que el campo de prácticas del TPC Harding Park está plagado de trackmans y otros especímenes tecnológicos. La situación recuerda, aunque sea justo al contrario, a lo que se vive cada año en el WGC México Championship, en el Club de Golf Chapultepec, un campo en altura donde la bola vuela de media entre uno y dos palos más. No sólo se la altura, también tiene que ver con el aire. Es tan ligero que cuesta un mundo darle efecto a la bola. Esta semana será al contrario. Mucho cuidado porque un fade se puede convertir en un push en un abrir y cerrar de ojo y un draw en un pull.

El libro de yardas de Jordan Spieth. (© Golffile | Scott Halleran)

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Vamos con algunos datos para entender con papel y boli la dificultad que entraña esta semana. Son cifras de Justin Thomas, Número Uno del mundo: «esta semana hay golpes en los que puedo llegar a hacer 30 yardas menos que la semana pasada». Esto son, más o menos, tres palos menos. En cuanto a las velocidades, también se resienten. La velocidad del palo de Thomas en Memphis podía llegar a 123 millas por hora, mientras que en San Francisco, en el mejor de los casos y apretando a fondo el acelerador, se ha ido a 116,5. También existe mucha diferencia, obviamente, con la velocidad de bola. Seguimos con el caso de Thomas. La semana pasada llegó a 181 millas por hora y en el PGA se está quedando en 174 como máximo.

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Y ahora imagínense tener que hacer todos estos ajustes por feeling, intuición y experiencia. Como hacía por ejemplo Seve Ballesteros y todos los de su época. Esta es otra razón por la que las fuerzas ahora están mucho más equilibradas entre todos. Siempre habrá un margen para las sensaciones y el instinto, pero con trabajo, repeticiones y la tecnología oportuna todo se iguala. Bienvenidos al golf sin DRS.

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