Inicio Blogs David Durán Capítulo 16: Qué gallito se pone el líder del US Open

Capítulo 16: Qué gallito se pone el líder del US Open

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– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate
– Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?
– Capítulo seis: El parné, vil y encantador
– Capítulo siete: Como un espectro blanco y difuminado
– Capítulo ocho: Los parias de este circo
– Capítulo nueve: Negro, de arriba abajo
– Capítulo diez: La familia, bien, gracias
– Capítulo once: Lucius y el golf como arte marcial
– Capítulo doce: Sin novedades en el ‘nueve’ titular
– Capítulo trece: Un milagro en tierras de Castilla
– Capítulo catorce: The Golfer who came in from the Virus
– Capítulo quince: Como si fuera el arco de un violín

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

Suena el teléfono. Es mi padre, que se salta el cauce habitual, Guille, para comunicarse conmigo en semanas de competición. Piensa, sin duda, que la ocasión y la talla del torneo bien merecen el levantamiento del veto.

-¿Oye, necesitas algo? -espeta sin saludar.

-Todo bien. ¿Cómo te ha ido la partidita exclusiva en Spyglass? Cómo vives, no te quejarás.

-Lo hemos pasado bien.

-O sea, que mal. El juego, digo.

-Con este viento, tú dirás.

-Con este viento, y más, juegas tú a diario en Brea.

-Es distinto, dónde va a parar. El de allí es viento recio, pero noble. Aquí, en el espiglás este, con tanto árbol y tanto atavío, el viento se te revuelve. Hemos jugado sólo nueve hoyos, los que están disponibles.

-Bueeeno, no llores.

-¿Y tú qué? Temblando más que el hociquillo de un topo, me supongo -apunta con guasa. ¿Es o no es para matarlo? Pero no me coge con la guardia bajada. Sonrío.

-Muy oportuno el comentario, sí señor. Pues mira, no. Ahora me pillas tranquilo. En un rato empiezo a estirar aquí, en la habitación del hotel, y  casi enseguida iré subiendo ya para el campo de prácticas. No creas que tengo tiempo para mucho más -le advierto, aunque con nulo resultado: la indirecta le resbala.

-Estoooo, qué te iba a decir… ¿Esta noche dónde vamos a cenar? Porque esta noche, digo yo, nos juntamos todo el grupo y nos damos el penúltimo homenaje.

-Si te parece, sólo si te parece bien, y si no es así, tú me lo dices, este tipo de detalles, lo de la merienda, la cena y la madre que te parió, la abuela María para más señas, que en paz descanse, lo dejamos para luego.

-Jesús, cómo se pone de gallito el líder del Yusopen.

Lo dice así, con retintín chulapo y, mientras lo hace, puedo imaginarlo dando un codazo y guiñándole un ojo a su hermano, mi tío Indalecio, o a Toño, su íntimo amigo del alma, fieles acompañantes de correrías festivas desde que el niño empezó a ganarse bien la vida con los nueve palos.

-Papá, ha sido un placer hablar contigo tres horas antes de salir a jugar. Nos vemos luego. -Y cuelgo. Lo cierto es que ni me ha hecho perder la paciencia, ni he dejado de sonreír, pero con mi padre hay que ponerse serio. Te descuidas y todavía te tiene en el tee del 1 discutiendo el menú de la noche. El golf, mi vida, les parece a ellos, vaya trío, una fiesta que no cesa, un boleto de lotería que toca a diario y, desde luego, nada que merezca un solo minuto de preocupación o agobio por adelantado.

Y de ahí, no los sacas. Otra cosa es que algo de razón no les falte.