Inicio Blogs David Durán Capítulo 19: Rory, criatura, relájate un poco

Capítulo 19: Rory, criatura, relájate un poco

Compartir
Rory McIlroy. © Golffile | Fran Caffrey
Rory McIlroy. © Golffile | Fran Caffrey
– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate
– Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?
– Capítulo seis: El parné, vil y encantador
– Capítulo siete: Como un espectro blanco y difuminado
– Capítulo ocho: Los parias de este circo
– Capítulo nueve: Negro, de arriba abajo
– Capítulo diez: La familia, bien, gracias
– Capítulo once: Lucius y el golf como arte marcial
– Capítulo doce: Sin novedades en el ‘nueve’ titular
– Capítulo trece: Un milagro en tierras de Castilla
– Capítulo catorce: The Golfer who came in from the Virus
– Capítulo quince: Como si fuera el arco de un violín
– Capítulo 16: Qué gallito se pone el líder del US Open
– Capítulo 17: Todos los caminos llevan al tee del 1
 Capítulo 18: Lo que toda Norteamérica (o casi) espera de mí

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

No deben quedar más de tres minutos para que Lucius pegue a la bola. Ahora sí, por fin, trato de leer el viento, con más curiosidad que otra cosa. Me esfuerzo en sentirlo y no temerlo. Guille y yo habíamos quedado en obviarlo mientras pegaba bolas en la calle de prácticas, hace un rato. Aunque ahí estaba, atizando duro, en contra y de la derecha respecto a la situación de los puestos, dirección Oeste-Noroeste, igual que el sábado. “Tranquilo. Acuérdate de lo que hemos hecho otras veces en la calle de prácticas, antes de salir a jugar, cuando sopla tantísimo: sólo se trata de pegar condenadamente suelto, de sentir libres las manos, las muñecas y los hombros”, me había dicho.

Aquí, sobre el tee del 1 de Pebble Beach, lo percibo a favor, tal y como estaba previsto, cruzándose de la izquierda. Como si escuchara mis cavilaciones, Guille comienza a diseñar en voz queda el primer golpe.

-Hay que apuntar al búnker aquel de la izquierda, incluso al borde izquierdo, sin problemas. Sencillito.

-Estaba pensando justo en eso -respondo-.

-Me ha dado tiempo a hablar un minuto con Nacho (Elvira), que ya había acabado la vuelta.

-Y qué se contaba.

-Dice que, dentro del caos, el viento sopla sorprendentemente igual que ayer. Un infierno, pero más o menos conocido.

-Perfecto.

-Y que por eso está convencido de que nos va a ir bien.

-Cojonudo. ¿Nada más?

-Sí. Dice que, tal y como están puestas más de la mitad de las banderas, nos cuidemos especialmente de no irnos por detrás del green.

-Sí, es evidente. Tampoco descubre nada.

-Eso, eso. Pero que no nos olvidemos de vigilarlo. Y que, en caso de duda, nos aseguremos de verdad de ir corto.

-Pues ya lo sabes, si tienes que agarrarme de la pechera, me agarras -sentencio y sonrío.

-Nacho se ha hecho un 77. Dónde hay que firmar, le he dicho. ¿Quieres saber algo de lo que está ocurriendo por delante? Como a veces te gusta, he mirado de reojo el leaderboard…

-Bueno, qué más da. ¿Hay algo digno de mención?

-Poca cosa. Hace unos minutos, cuando lo he mirado, habían acabado ya cerca de unos veinte jugadores. Ninguno bajo par y el mejor resultado era un 75. Eso sí, Rory, que ha salido hace una hora, más o menos, ha comenzado con dos birdies.

-Rory, criatura, relájate un poco, carajo -apunto con gesto divertido y resignado, aunque poco o nada me importa ahora lo que vaya haciendo McIlroy. Tengo completamente interiorizada la idea de que todo depende de mí-. Mirémoslo así: se pueden hacer birdies -concluyo.

Nos interrumpe un rugido profundo y ronco. Entiendo que uno de los dos que van en el partido de delante, Jon Rahm o Justin Thomas, ha tenido que pegar un soberbio segundo disparo. Me afano en no descubrir qué ha pasado y quién ha sido. Guille me busca y me guiña un ojo.

-Que se vayan preparando, que ahora vamos nosotros -señala, mientras siento un ligero estremecimiento. Creo que es más emoción que miedo, pero no estoy seguro.

Quien interrumpe ahora es el starter para anunciar a Lucius Pay, que inmediatamente se postra, liviano y atlético, y besa la hierba del tee. Jolgorio en la grada.

Fin de la espera. Lucius mira, remira y se cuadra. Grita, pega con hierro y se petrifica en perfecta pose de finish, amortiguando aún el desesperado alarido. Su bola sale excesivamente a la izquierda y el viento no termina de hacerse con ella hasta el punto de llevarla al fairway. Es más, desde aquí da la sensación de que esa bola no se ha quedado muy bien en el rough.

Magnífico, para qué vamos a engañarnos.