Inicio Blogs David Durán Capítulo 25: Una línea bien trazada en el suelo

Capítulo 25: Una línea bien trazada en el suelo

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– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate
– Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?
– Capítulo seis: El parné, vil y encantador
– Capítulo siete: Como un espectro blanco y difuminado
– Capítulo ocho: Los parias de este circo
– Capítulo nueve: Negro, de arriba abajo
– Capítulo diez: La familia, bien, gracias
– Capítulo once: Lucius y el golf como arte marcial
– Capítulo doce: Sin novedades en el ‘nueve’ titular
– Capítulo trece: Un milagro en tierras de Castilla
– Capítulo catorce: The Golfer who came in from the Virus
– Capítulo quince: Como si fuera el arco de un violín
– Capítulo 16: Qué gallito se pone el líder del US Open
– Capítulo 17: Todos los caminos llevan al tee del 1
 Capítulo 18: Lo que toda Norteamérica (o casi) espera de mí
 Capítulo 19: Rory, criatura, relájate un poco
 Capítulo 20: Un tierno y adorable anciano
 Capítulo 21: Un súper poder en el momento más oportuno
– Capítulo 22: Dos puños que chocan tímidos al salir del green
– Capítulo 23: Las vías abiertas de agua y los dos clavos ardiendo
 Capítulo 24: Un señor pull, pero que muy señoreado…

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

O mucho me equivoco, o la conversación de apenas dos minutos que acabo de mantener con Guille antes de llegar a mi bola -está horrible, por cierto- marcará un antes y un después en nuestra vuelta. Hemos trazado una línea en el suelo que va a separar lo anterior de todo lo que tenga que acontecer. Lo voy a explicar de otra manera: no sé si ganaré este US Open, pero ahora, en este mismo momento y después de lo mal que han comenzado las cosas, tengo la certeza de que, si lo gano, será desde luego gracias a esta certera y valiosa charla.

-¿Sabes lo que te digo? -se arrancaba Guille cuando ya habíamos salido del tee y llevábamos unos treinta metros caminando como sonámbulos.

-¿Qué?

-Joder, que estoy orgulloso de ti.

-Perdón, ¿cómo dices? -respondía yo, colérico, después de leer entre líneas donde no había nada que leer. Había detectado un soniquete irónico en sus palabras, incluso sarcástico, que en realidad no existía. O quizá sí. Fuera como fuera, él había cumplido con el primer objetivo: captar toda mi rabiosa atención.

-Lo que oyes. Que estoy orgulloso de ti. Que ahora mismo, cuando te he puesto delante de las narices la madera, me ha encantado que decidieras coger el driver. O que antes, en el 1, cuando andaba yo cagado antes de pegar el segundo tiro, tú optaras por la opción más ambiciosa, que fueras a por el birdie, con dos cojones y un palito.

-No sé, no sé.

-Lo que no te perdono es la frivolidad esa que has hecho ahí -decía casi riendo y señalando la parte trasera del green del 1, que queda a la izquierda del tee más corto del hoyo 2, justo por el que transitábamos en ese momento-. La madre que te parió.

-Ojalá hubiera sido al menos una frivolidad. He dudado, me he quedado tieso… Sapo.

-Olvídalo. Lo que quiero decirte es que has salido a jugar como lo hubieras hecho un jueves…

-¿Tú crees?

-¿Que si lo creo? Es una evidencia. Has salido a jugar como lo hubieras hecho un jueves y sólo por eso, qué quieres que te diga, me siento orgulloso de llevar tu bolsa. Mira Chus, hace un rato, cuando estaba esperándote en el campo de prácticas me he sentido el centro de toda la atención, ahí puesto, junto a tu bolsa, y no veas la temblequera que me ha entrado… Y luego, tú, ahí, decidido, a por el birdie… ¿Es o no es para estar orgulloso? No sé si me entiendes.

-Coño, gracias.

-Que sí, que había que hacerlo así, como tú lo has hecho, yendo a por todas. No me cuesta ningún trabajo darle la vuelta a esta tortilla: si hay una situación en la que haya que ir a saco, ¿no será precisamente cuando uno sale con tanta ventaja y puede permitirse el lujo?

-A la vista está que no…

-A la vista lo único que está es que eres el puto líder del US Open. A ver quién me lo niega.

-De eso no hay duda. Queda por ver por cuánto tiempo- lo miro y le sonrío.

-Por mucho. Por mucho tiempo. A lo mejor también ha llegado el momento de entender que nos la hemos jugado de entrada a una carta que no ha salido y que ahora comienza la verdadera batalla, en la trinchera. Si toca recoger un poco de cuerda, la recogemos, y cuando veamos que puedes soltar, te gustas y sueltas lo que haya que soltar… No sé si me explico.

-Perfectamente -sentencio-. Y colócate bien la gorra, que andas sofocado y llevas la visera hacia arriba, esnortá.

El efecto del speech de mi caddie es casi instantáneo. Antes de llegar a la posición de mi bola veo algo más que luz al final del túnel. Diez puntos para Guille.

———–

Ha habido buena y mala suerte. ¿Es o no es el golf como la vida misma? Buena, porque la bola, después de rebotar violentamente a la izquierda del bunker de la izquierda, se ha quedado a apenas dos metros del fuera de límites que marca el linde de una de las mansiones. Enseguida nos enteramos de que un aficionado la ha parado sin querer con un tobillazo, porque de otro modo habríamos tenido que pegar de nuevo desde el tee. Y mala suerte porque, ya puestos, y dado que la bola reposaba en una zona de paso de aficionados, con la hierba ciertamente aplastada, se nos podía haber quedado mucho mejor y, sin embargo, ha ido a reposar justo detrás de una pequeña moña de césped, además con el pelo en contra respecto a la dirección que demanda el disparo a green.

Fiel a la lucidez recién restaurada, expongo mi plan a a Guille. Se trata de no arriesgar ahora, limitándome a llevarla a calle. Tenemos unos 180 metros a la bandera y unos 130 a pasar la famosa quebrada que atraviesa este hoyo, pero la posición de la bola es demasiado delicada como para intentar cualquiera de las dos opciones. Sin embargo, situándome casi en perpendicular a la calle del hoyo, el palo tiene mucha mejor entrada a la bola y puedo llevarla desde allí al fairway sin agobio ninguno. Mejor arriesgar luego, en el tercer tiro a una bandera diabólica, desde hierba segada al ras.

Así lo hacemos. Y el plan sale casi perfecto. Segundo a tiro a calle; un excelente wedge a por bandera… Y un putt para salvar el par de unos dos metros y medio, cuesta arriba, que he fallado. Cae el bogey, pero no hace daño. Pica, pero no duele. Pay, cuyo zambombazo de salida se había ido ligerísimamente por la derecha al primer corte de rough, tenía un segundo disparo muy corto a green y ha hecho un par de manual después de patear para birdie desde unos cinco o seis metros.

Lucius había salido a siete golpes del líder y ahora está a cinco después de dos hoyos. Cierto. Guille y yo sólo esperamos que no nos lo recuerde en el tee. Que no se le ocurra, vaya. Por lo demás, y así se lo digo a mi caddie, en esta ocasión prefiero no saber nada de lo que está ocurriendo con los demás, Jon, Rory y compañía. No es sencillo, pero hay que intentarlo.

Siento que he recuperado el temple. Nosotros, a lo nuestro.